Recientemente un buen amigo se acercó en un acto social y comenzó a explicarme un proyecto que estaban llevando en su trabajo. A groso modo requería de unas impresiones para hacer pruebas de decoloración en materiales en su centro laboral.
El caso es que me tenía que dar una lista de sustratos de impresión sobre los que reproducir un arte final, que resultó ser una carta de ajuste (lo que en la profesión llamamos pantonera).
Listado que resultó ser una hoja de Excel con más de 20 o 25 referencias: papel, canvas, plástico técnico, etc. Pero no como la mayoría del sector nacional conoce, sino con las formulaciones comerciales del mercado anglosajón.
Confieso que a esas alturas de la consulta mi buen amigo me tenía más que intrigado y solo quería que llegara el día de poder llevarle las muestras para que pudiera sacarle más del asunto. Él tuvo que salir, por trabajo, de España para hacer una gestión a nivel Europeo de su especialidad en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas en el área de conservación del Centro Nacional de Investigaciones Metalúrgicas (CENIM) debido a lo cual tuve que esperar unos días más.
Al final, tanta espera valió la pena, o a mi me lo pareció. Decidí compartir sus reflexiones con vosotros por medio de esta entrada para que tengamos conocimiento de un problema de tan profundo calado que hará que miréis las cosas de otro modo después de leer estas líneas.
La evaporación de residuos, un problema para la conservación
Dentro del CENIM hay equipos de científicos que se dedican, entre otras cosas, a la conservación. Y eso incluye la tarea de evaluar la degradación de nuestro patrimonio metalúrgico. Bien sea en obra civil o de otro tipo… en este caso, nos referimos al cultural e histórico. Mucho del cual se halla en los museos (arqueológico, militar… etc.).
Y por supuesto, ahí se ha detectado un problema recientemente: la degradación de las obras y los objetos que allí exponen.
Igual que el aire puede decolorar la plata o el cobre, así como la madera o cualquier material, las impresiones sobre diferentes sustratos también lo hacen. Y más en entornos cerrados como las urnas. Por poner un ejemplo, cuando Howard Carter abrió la tumba del joven rey Tutankamón suponed el enorme daño que el cambio del entorno produjo en el contenido. Pues aquí, igual.
En el Museo Británico de Londres disponen de un equipo de científicos que se dedican a la conservación de los objetos expuestos en él, obligando a las empresas encargadas de hacer exposiciones a que decoren las salas con tipos de sustrato de impresión detallados en un listado, no por cualquier motivo, sino porque los materiales que allí se enumeran están probados sobradamente por ellos, y saben que no producen degradación en los objeto junto a los que se colocan.
Muy recientemente, un museo importante de Madrid detectó este problema en el transcurso de una reforma que ha realizado. Comprobaron, con la empresa adjudicataria de la parte del proyecto referida a la señalización y realización de cerramientos en las urnas, que las fichas técnicas de los materiales empleados no cumplían los requisitos de conservación que sus estándares requería.
A estas alturas de las pesquisas científicas alguna clase de culpa se podrá achacar al sector gráfico, pero somos sin duda parte de la solución.
Todos los materiales que solemos usar para la impresión, se suelen adjuntar con datos sobre normas ISO para tal o cual fin, pero ninguno se suele referir a la evaporación de residuos nocivos para la conservación de ciertos materiales: El aire oxida los metales, pero también los vapores de los químicos de ciertos materiales y tintas producen otro tipo de corrosión.
De hecho, la incidencia ha tenido tal impacto, que en adelante, ese museo está exigiendo a cada participante de la fase de montaje que asegure la correcta idoneidad más allá de las fichas técnicas que siempre se habían usado.
Además, en una famosa pinacoteca de Madrid, habida cuenta de lo que detectaron en el anteriormente citado museo, ha tomado la determinación de unirse al proyecto y están haciendo pruebas para determinar el alcance de lo preservado y su proyección en el tiempo.
El proyecto está en pañales, y como comprenderéis no hay nada publicado, pero cuenta con la intervención de científicos de varias áreas. Desde conservadores de metal hasta científicos expertos en colorimetría.
Y, afortunadamente, a estas alturas de las pesquisas científicas alguna clase de culpa se podrá achacar al sector gráfico, pero somos sin duda parte de la solución.
En Once34 apoyamos el proyecto poniendo nuestro granito de arena. Desde hoy mismo nuestros materiales impresos se pasearán de laboratorio en laboratorio para realizar pruebas sobre:
- Papel libre de ácido con laminado
- Papel libre de ácido sin laminado
- Forex Smart
- PVA
Todas las tintas que se usaron son de tipo UV curables con LED de baja potencia y bajos niveles de componentes volátiles orgánicos (VOC). Bajo esta ultima denominación tenemos aquellos componentes orgánicos que reaccionan con óxidos nitrógenos (NOx) expuestos a la luz solar formando ozono.
Muchos VOC provienen del proceso de impresión, específicamente del uso de IPA (alcohol isopropílico) para los sistemas de mojado y de solventes de limpieza. Los residuos IPA, tienen muy poco recorrido debido a las exigentes normas de protección medioambientales.
El mayor riesgo de seguridad relacionado con el IPA almacenado es su punto de inflamación extremadamente bajo (11,7°C) que requiere unas condiciones de seguridad extremas. Además, al estar presente en forma de vapor en el aire, sus emanaciones reaccionan con óxidos de nitrógenos creando una alta contaminación.
Aún no le he hablado a mi amigo de las tintas solventes (auténticos dinosaurios del mundo de la impresión digital) de las que no me imagino nada bueno. Tampoco de las tintas Eco-Solventes (Eco ahí quiere decir solvente ECOnómico… no ECOlógico). Pero puedo imaginar qué daños han hecho estas últimas cuando se han usado para imprimir sobre plásticos en alta resolución y se han encerrado durante décadas en urnas junto a fíbulas, torques o pendiente de los celtas realizadas en plata.
A mí me da qué pensar. ¿No os parece que por encima de la cifra de ventas o la cuenta de resultados deberíamos mirar un poco más el alcance de nuestro trabajo? ¿No es más valioso el legado de la historia que su ornamentación para una exposición? ¿Conocemos realmente el alcance medioambiental de aquello que producimos? ¿Y no nos convierte en parte del problema?
Por nuestra parte, en Once34 ya hemos tomado medidas para que, desde nuestra labor de asesoramiento comercial se incluyan estos datos en la información que todo cliente debería tener para tomar una decisión medioambientalmente correcta.
Esperamos vuestros comentarios.
¡Un saludo!
He trabajado en el sector gráfico, siempre ligado a la publicidad, sobre todo, la exterior; el medio de difusión más importante dentro del mundo offline.
Espero poder compartir todo lo que se con los lectores de La Prestampa y usar el canal para conocernos y ayudar en difundir el pasado, el desarrollo presente y futuro de esta profesión.
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